Florencia y Pisa

Nos levantamos bien temprano y nos fuimos a la estación de Termini (Roma). Sacamos los billetes de tren. Nuestro primer destino: Firenze (Florencia)

De Roma a Florencia en tren de alta velocidad (que fue el que cogimos) hay alrededor de una hora y media de camino, con la compañía Trenitalia.

El paisaje desde la ventanilla era precioso, verde, plano, sin montañas, grandes explanadas verdes. La Toscana. Y llegamos a Florencia, una ciudad encantadora. Todo limpio y cuidado en exceso. Seguridad y tranquilidad por doquier. Su patrimonio artístico es amplisimo y su centro histórico espectacular. Comenzamos a caminar hasta llegar a la Piazza del Duomo. Lo que allí nos encontramos es imposible de describir ya que creo que no existen las palabras.

La Basilica de Santa Maria del Fiore, la catedral de Florencia y su cúpula, otra del maestro Brunelleschi. Bellísima, de mármol y ladrillo, una obra maestra del arte gótico. Símbolo del poder y la riqueza de la capital Toscana entre el Siglo XIII y el Siglo IV. Después de admirarla porque no entendíamos como aquella majestuosidad podía estar allí encerrada en mitad de edificios y casas antiguas echamos a andar calle abajo hasta llegar a la Piazza della Signoria (una gran plaza llena de esculturas) Alli pudimos ver el Palacio Vecchio, en cuya fachada se encuentra la réplica del David de Miguel Ángel. Una plaza repleta de arte y de historia. Nos pareció espectacular. Y volvimos a caminar nuevamente en dirección a la Piazza del Duomo. Nos deleitamos con sus calles, sus puestecitos de cuero y no dejamos de seguir la tradición florentina. La tradición de la Fontana del Porcellino. (Se trata de un jabalí de bronce al que se le debe poner una moneda dentro de la boca, después de haberle frotado el hocico. Si la moneda cae por debajo de la reja, donde cae el agua tendremos fortuna y volveremos a la ciudad) ¡¡Así que volveremos!! El jabalí esta al lado del Mercato Nuovo, cerca del Ponte Vecchio. Pasamos allí toda la mañana y a medio día nos encaminamos hasta la estación de tren, rumbo a la Ciudad de Pisa, apenas a una hora de distancia.

Si Florencia nos encantó, Pisa no se quedó atrás. Una ciudad pequeña con una enorme plaza frente a la estación como recibimiento. Dio la casualidad que ese día la plaza se encontraba a rebosar de gente degustando comida internacional. Había puestos de comida argentina, mexicana, alemana, turca, española...

La ciudad es pequeña, con calles estrechas, edificios antiguos con mucho encanto, muchos de ellos con terrazas llenas de tiendas de recuerdos, cafeterías, restaurantes y gelaterias. Allí nos zampamos un delicioso "gelato italiano". Cruzamos el puente que divide Pisa dejando bajo él, el río Arno. Y al final de aquellas callecitas llegamos a la Piazza dei Miracoli (que es gratis). Una enorme explanada de césped donde se levantan sus blancos y relucientes edificios: La Catedral, el Baptisterio y el Campanario (Torre de Pisa) La inclinación de la torre se debe a la naturaleza pantanosa del terreno y sí esta doblada y mucho...

La Piazza dei Miracoli estaba abarrotada de transeúntes y turistas. Algunos padres jugaban con sus hijos, otros se deleitaban con la belleza de los edificios y todos se echaban fotos sujetando la torre (o en mi caso empujándola).

Lo peor de aquel maravilloso día fue la vuelta a Roma (cuatro horas de tren que se hicieron interminables) Pero mereció la pena... Dos ciudades dignas de ver y de obligada visita si vas a Italia. ¡Tengo que volver! Y lo haré, ya lo dijo el jabalí...